La educación para la
excelencia es tema muy actual en el que las reflexiones que hizo en su
día Platón, todavía ahora, pueden sernos de utilidad para hacer una
reflexión con cierta profundidad.
Platón, en uno de los
diálogos, pone en boca de Sócrates un argumento contra la noción de
excelencia que tiene uno de los treintas tiranos, que es su interlocutor
en el diálogo.
La excelencia, dice
este interlocutor, reside en la fuerza. Es más excelente, es mejor,
aquel que es más fuerte. Frente a esta afirmación, Sócrates opone el
argumento de que la excelencia para cada cosa consiste en aquello que
perfecciona lo que esa cosa es. Así, un caballo es más excelente si es
mejor como caballo. Por lo tanto, un hombre es más excelente si es más
perfecto con arreglo a su naturaleza.
Lo que caracteriza al ser humano, dice Platón, es su alma. Esto es lo que le distingue de los animales.
El alma tiene tres
partes, y la parte que gobierna es la racional. El alma racional debe
armonizar el resto y cuanto más perfecta es esta armonía, más excelente
es el hombre.
Por otra parte, La
armonía de cada uno se refleja en el conjunto de la sociedad, y por
ello, un sociedad organizada sobre este concepto es mejor que una
sociedad que se fundamente en la fuerza y que está regida por la
violencia.
Educar para la excelencia, es pues, educar para alcanzar la armonía interna del ser humano.
Este argumento, traído
a la discusión actual sobre la excelencia, puede aportar la idea de que
una educación excesivamente especializada es una educación
descompensada, falta de armonía. Una educación para la excelencia debe
contener competencias específicas sobre una técnica determinada, pero
debe tener también una suficiente base humanística para un desarrollo
completo, armonioso, de todas las múltiples facetas del ser humano.