Desde el punto de vista las religiones
están dirigidas para aquellos que no pueden dirigirse a sí mismos
por lo que necesitan a un ser superior que los dirija y les imponga
unas normas, Dios. La religión sitúa sobre la razón y el mundo
verdadero un mundo sobrenatural. Este mundo sobrenatural está
gobernado por uno o varios Dioses los cuales representan la renuncia
a la vida, estos gobernantes mandan sobre los más débiles, sobre
aquellos que son incapaces de activar en toda su potencia la voluntad
de poder, necesitan ser mandados porque no pueden dirigirse a sí
mismos.
El ser creyente es un síntoma de
decadencia, debilidad y desintegración de una voluntad de poder.
Nietzsche distingue dos tipos de
religiones: paganas y monoteístas. Las primeras, las paganas, mejor
valoradas. Son politeístas, cada necesidad (guerra, amor, belleza,…)
tiene su propio Dios que no anula a los demás. No infravalora ni
niega los impulsos vitales. En cambio las monoteístas, peor
consideradas, son el monopolio, la superioridad sobre todo, de un
único ser superior. Destierra lo natural y lo sustituye por lo
sobrenatural.
La valoración positiva de las
religiones paganas no quiere decir que sean buenas, sino que si se
tiene que elegir alguna que sean estas.
El ateísmo es el instinto del hombre
fuerte. La religión el instinto del débil.
El cristianismo y el Código de Manú
son posturas diferentes en este sentido, cada una pertenece a un
grupo diferente. El Código de Manú pertenece al primer grupo, a las
religiones afirmativas, y el cristianismo a las negativas.
La principal crítica hacia el
cristianismo viene por su origen. Según Nietzsche es una religión
construida intelectualmente a partir de la filosofía platónica.
Está orientada, como todas las monoteístas, hacia los débiles y
mediocres. Están condenados al desprecio de la vida, durante la vida
terrenal tienen que suprimir todo los placeres para lograr alcanzar
el más allá, reprimen los instintos. Si no lo hacen y viven
plenamente son castigados con el infierno, es decir, se castiga a
todos aquellos que no sigan las normas y disfruten de la vida,
intenta que todos los seres sean iguales impidiendo que algunos
destaquen sobre otros. Por lo que son seres rencorosos que tienen
envidia de aquellos seres superiores que pueden disfrutar de sus
instintos.
Controla a los creyentes mediante el
pecado ya que cada acto considerado impuro es castigado y si perdura,
en vez de ser recompensado con el cielo es castigado con el infierno.
De este modo nadie es capaz de hacer lo incorrecto ya que tienen
miedo de las represalias.
Bien diferente de
la doma cristiana es la tentativa de criara una raza pura por parte
de la moral india. La Ley de Manú (un código indio que comprende
prescripciones morales, sociales y religiosas) prescribe la cría de
cuatro razas distintas: una sacerdotal, otra guerrera, una de
comerciantes y agricultores y, por último, una de sirvientes (los
sudras). Nietzsche prefiere este tipo de “mejoramiento” del ser
humano, puesto que la cría no rebaja todos los tipos de hombres a
una misma tipología enfermiza como hace la doma, sino que consiente
el desarrollo de diferentes tipologías. Sin embargo, también estos
criadores tienen la necesidad de utilizar medios terribles con aquel
tipo de hombre que para Nietzsche representa la antítesis de la
pureza: el chandala, el hombre-mestizo, “fruto de adulterio,
incesto y crimen”. Contra los mestizos se desencadena toda la
violencia terrible y espantosa de la Ley de Manú, violencia que
Nietzsche parece chazar. Lo que más contradice al sentimiento
nietzscheano, no es la idea de una cría que en otros lugares
defiende con toda claridad sino el hecho de que también la
organización india, mucho más sana que la cristiana, hiciera uso de
métodos propios de una doma. En suma, es como si Nietzsche quisiera
sugerir que, a la hora de utilizar medios tan terribles y represivos,
la cría india acaba por ser una doma.
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