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martes, 21 de julio de 2015

El cristianismo y la ley de Manú en el pensamiento de Nietzsche

Desde el punto de vista las religiones están dirigidas para aquellos que no pueden dirigirse a sí mismos por lo que necesitan a un ser superior que los dirija y les imponga unas normas, Dios. La religión sitúa sobre la razón y el mundo verdadero un mundo sobrenatural. Este mundo sobrenatural está gobernado por uno o varios Dioses los cuales representan la renuncia a la vida, estos gobernantes mandan sobre los más débiles, sobre aquellos que son incapaces de activar en toda su potencia la voluntad de poder, necesitan ser mandados porque no pueden dirigirse a sí mismos.

El ser creyente es un síntoma de decadencia, debilidad y desintegración de una voluntad de poder.
Nietzsche distingue dos tipos de religiones: paganas y monoteístas. Las primeras, las paganas, mejor valoradas. Son politeístas, cada necesidad (guerra, amor, belleza,…) tiene su propio Dios que no anula a los demás. No infravalora ni niega los impulsos vitales. En cambio las monoteístas, peor consideradas, son el monopolio, la superioridad sobre todo, de un único ser superior. Destierra lo natural y lo sustituye por lo sobrenatural.

La valoración positiva de las religiones paganas no quiere decir que sean buenas, sino que si se tiene que elegir alguna que sean estas.

El ateísmo es el instinto del hombre fuerte. La religión el instinto del débil.

El cristianismo y el Código de Manú son posturas diferentes en este sentido, cada una pertenece a un grupo diferente. El Código de Manú pertenece al primer grupo, a las religiones afirmativas, y el cristianismo a las negativas.

La principal crítica hacia el cristianismo viene por su origen. Según Nietzsche es una religión construida intelectualmente a partir de la filosofía platónica. Está orientada, como todas las monoteístas, hacia los débiles y mediocres. Están condenados al desprecio de la vida, durante la vida terrenal tienen que suprimir todo los placeres para lograr alcanzar el más allá, reprimen los instintos. Si no lo hacen y viven plenamente son castigados con el infierno, es decir, se castiga a todos aquellos que no sigan las normas y disfruten de la vida, intenta que todos los seres sean iguales impidiendo que algunos destaquen sobre otros. Por lo que son seres rencorosos que tienen envidia de aquellos seres superiores que pueden disfrutar de sus instintos.

Controla a los creyentes mediante el pecado ya que cada acto considerado impuro es castigado y si perdura, en vez de ser recompensado con el cielo es castigado con el infierno. De este modo nadie es capaz de hacer lo incorrecto ya que tienen miedo de las represalias.


Bien diferente de la doma cristiana es la tentativa de criara una raza pura por parte de la moral india. La Ley de Manú (un código indio que comprende prescripciones morales, sociales y religiosas) prescribe la cría de cuatro razas distintas: una sacerdotal, otra guerrera, una de comerciantes y agricultores y, por último, una de sirvientes (los sudras). Nietzsche prefiere este tipo de “mejoramiento” del ser humano, puesto que la cría no rebaja todos los tipos de hombres a una misma tipología enfermiza como hace la doma, sino que consiente el desarrollo de diferentes tipologías. Sin embargo, también estos criadores tienen la necesidad de utilizar medios terribles con aquel tipo de hombre que para Nietzsche representa la antítesis de la pureza: el chandala, el hombre-mestizo, “fruto de adulterio, incesto y crimen”. Contra los mestizos se desencadena toda la violencia terrible y espantosa de la Ley de Manú, violencia que Nietzsche parece chazar. Lo que más contradice al sentimiento nietzscheano, no es la idea de una cría que en otros lugares defiende con toda claridad sino el hecho de que también la organización india, mucho más sana que la cristiana, hiciera uso de métodos propios de una doma. En suma, es como si Nietzsche quisiera sugerir que, a la hora de utilizar medios tan terribles y represivos, la cría india acaba por ser una doma.

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